Article 44236 Un encausado se presenta solo al tribunal de inmigración. Tiene 6 años de edad.

Un encausado se presenta solo al tribunal de inmigración. Tiene 6 años de edad.

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por Eva Ruth Moravec, en reporte especial para Pro
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por Eva Ruth Moravec, en reporte especial para ProPublica, junto con Ginger Thompson, ProPublica

Fue poco antes al Dia de Accion de Gracias en uno de los tribunales de inmigracion de San Antonio, cuando el tercer compareciente ante el Juez Anibal Martinez entro a la sala sin abogado, con un gorro gris de invierno bordado con un enorme par de ojos azules a cada lado de un gran mechon de peluche rojo.

Cuando la alguacil le pregunto su nombre contesto orgullosamente: Wilder Hilario Maldonado Cabrera.

"Qui(C) edad tiene Wilder?" pregunto el juez de inmigracion.

Una de las abogadas presentes en la sala con otros clientes paso al frente para hablar por el chico en forma voluntaria. Lo volteo a ver para preguntarle su edad en espanol.

"Seis anos," dijo, con las piernas colgindole en la silla de la mesa de comparecientes.

Wilder, un regordete y sonriente nino salvadoreno, chimuelo de dos dientes, era el compareciente mis chico de la lista de casos juveniles de ese dia. Pero eso no era todo lo que lo hacia especial. Tambii(C)n era uno de los iltimos ninos que seguian bajo custodia gubernamental por haberse visto afectados por la muy criticada politica de cero tolerancia de la administracion; muchos de ellos todavia esperando volverse a reunir con sus padres detenidos en Estados Unidos.

La politica, anunciada con gran fanfarria en abril para escabullirse un par de meses despui(C)s ante a la oposicion de ambos partidos, dicto que las autoridades migratorias presentaran cargos penales en contra de cualquier persona que fuera detenida por cruzar la frontera ilegalmente, ademis de separar a cualquier menor acompanante.

Mis de 2,600 ninos y ninas inmigrantes, incluidos unos cien de ellos menores de cinco anos, fueron separados de sus padres antes de que una juez federal ordenara que la administracion cesara la politica y reuniera nuevamente a las familias afectadas. La mayoria ya regreso con sus padres u otros familiares. Unos 120 menores siguen bajo custodia de las autoridades federales debido a que sus padres ya habian sido deportados y unos treinta casos tienen que ver con ninos cuyos padres cuentan con antecedentes penales. Mientras que las autoridades migratorias, y los que abogan por los inmigrantes, se tropezaban para volver a juntar a esas familias, los tribunales como el del juez Martinez a menudo parecian mis bien juzgados de lo familiar.

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El mii(C)rcoles que se presento Wilder, la sala del juzgado estaba repleta de menores, casi todos adolescentes quienes habian entrado a Estados Unidos por su cuenta y no fueron separados de sus familiares en la frontera. Los chicos se sentaron en las bancas del fondo vestidos de pantalones bien planchados y camisas de botones, mientras que tres jovenes bastante embarazadas se encontraban al frente, una de ellas quejindose de dolores.

"Escuchi(C) que tenemos a una menor con problemas de salud?" dijo el Juez Martinez desde el estrado. "No hay problema si se siente incomoda o si necesita salir en cualquier momento".

Uno de los primeros en pasar ante el juez fue una nina guatemalteca de once anos, con vestido floreado y cabello atado en una cola de caballo.

Se sento en la silla de cuero negro y casi ni hablo mientras que su abogada Monica Cueva Kretzschmar explicaba que la menor admitia haber cruzado la frontera ilegalmente y que deseaba que se le enviara de regreso a Guatemala con sus padres (su caso no fue de los de separacion de familias). El juez pregunto si la nina habia tomado la decision voluntariamente. La abogada dijo que si. Pregunto tambii(C)n si su regreso posaba riesgos o peligros. La abogado contesto que no.

El juez luego se dirigio a la chica: "Entiendo que quieres regresar con tus padres quienes estim en Guatemala". Ella asento con la cabeza. "Acabo de otorgar esa peticion. Te deseo todo lo mejor".

La nina se levanto de su asiento sonriente, dindoles el visto bueno con los pulgares a los abogados en las bancas.

El siguiente turno fue de Wilder.

El juez pregunto acerca de su padre. Seguia detenido?

El fiscal dijo no saberlo.

En realidad, su padre seguia detenido en un reclusorio federal de inmigracion a menos de una hora de distancia del juzgado. Padre e hijo habian sido separados el 6 de junio cuando cruzaron la frontera ilegalmente y pidieron asilo. Wilder fue colocado en un hogar de tutela provisional, mientras que su padre, Hilario Maldonado, fue enviado a un centro de detencion. Desde ese entonces, solo habian podido hablar por teli(C)fono en forma esporidica.

Poco despui(C)s de que Maldonado entrara al pais, las autoridades determinaron que no calificaba para pedir asilo, pero se negaron reunirlo nuevamente con su hijo hasta que la decision fuera apelada, ya que Maldonado habia vivido en los Estados Unidos hacia mis de una di(C)cada y tenia una orden de arresto por manejar en estado de ebriedad en Florida. En un contexto no migratorio, ese cargo casi nunca ocasionaria que se perdiera la patria potestad, pero algunos abogados de inmigracion comentan que han visto que las autoridades migratorias utilizan los antecedentes penales menores y no violentos para justificar que los padres inmigrantes sean separados de sus hijos en la frontera. Los funcionarios gubernamentales dicen que aun cuando un tribunal federal dictara el cese de las separacion de menores bajo las pautas de cero tolerancia, la excepcion eran los casos en los que los padres presentaban un peligro para la seguridad de los menores.

Entretanto, Maria ilida Cabrera, madre de Wilder, seguia en El Salvador intentando por primera vez mantener a sus otros hijos por si sola. Ella comento que el Sr. Maldonado era quien sostenia principalmente a la familia, y que, desde que fuera detenido, ella y sus hijos sobrevivian con ayuda de grupos estadounidenses de abogacia y ayuda para inmigrantes que se habian enterado del caso de su hijo Wilder.

Ninguno de ellos sabia si volverian a estar juntos, ni cuindo. Y menos el pequeno Wilder. Criado en una aldea chica en la frontera norte del El Salvador, era obvio que no supo qui(C) hacer ante el detector de metal y mucho menos darse cuenta del significado de estar en un tribunal.

Antes de entrar a la sala, la alguacil tuvo que darle un empujoncito para que pasara por el detector, ya que el chico se congelo temeroso al ver las luces parpadeantes a su lado. "No te pongas nervioso," le dijo ella.

La abogada ayudo a Wilder a ponerse los audifonos para que pudiera escuchar a la inti(C)rprete del tribunal, como si el lenguaje fuera lo inico que le impedia entender el torbellino de los procedimientos.

Luego le pidio al juez que hiciera a un lado cualquier decision que pudiera tomar sobre el caso de asilo del menor hasta que el abogado de Wilder pudiera presentarse con i(C)l. El juez accedio.

"Wilder, que te vaya bien", dijo al tiempo que enviaba al chico a la incertidumbre. "Te veremos pronto".

Wilder se despidio del juez sacudiendo la mano y pretendiendo lanzar telaranas desde sus munecas, ya que es gran fanitico del Hombre Arana. Cuando salia de la sala, tambii(C)n le dijo adios con la mano a la alguacil amistosa, anadiendo: "Bye policia".

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